Monday, January 08, 2007

notas sobre el navigator

Erika bien me dijo, antes de irme de viaje, que el estar en un crucero era una experiencia de lo más hedonista y creo que no mintió al decirlo.

Tres mil tripulantes a bordo de un barco. A veces olvidamos que es eso, un barco, y pensamos que es una pequeña ciudad (acuática).

Hay placeres gratis y otros (muchos) que cuestan, pero vengas con mucho o poco dinero tendrás tu pedacito de placer.

En este barco vestido de art nouveau circulan turistas y empleados de todas las naciones, pareciera ser una versión del Small World.

Uno de poco a poco se olvida de ese caminar en medio-zigzag ocasionado por la marea (y/o por las bebidas espiritosas) y no tiene más tarea que organizar los placeres del día: comer, beber, ir al jacuzzi, leer, asistir a un show, dormir, patinar…

Esto es un sueño de oropel que se siente como terciopelo y te sabe a chocolate, tan efímero pero delicioso.

Lo único que encuentro desagradable –como buena mercadotecnia gringa- es que todo el tiempo te hablan del shopping y más shopping. En la main street del barco todo es duty free y en las vitrinas tienen sales todos los días. Seminarios diarios de “Shopping at San Juan/St. Thomas/St.Marteen/Nasseau". Un asalto y yo que me dejo.

Me gusta sentarme y observar el mar. Por fin mis ojos entienden porqué el azul marino se llama azul marino. Qué inmensidad, me hace sentir pequeña. Veo el horizonte y podría pensar que la tierra es cuadrada y de esa línea: el precipicio.

En medio de este mar podría perder la cordura. Podrían existir las sirenas y el oasis.

1 comment:

pajaro said...

Hay que ver que tal estàn esas sirenas...